Por Jorge Vega Bravo MD

En todos los pueblos del mundo apreciamos la transformación de una cultura en otra. Contemplar la paleta de los pueblos de América y del planeta, induce a una serie de reflexiones sobre lo que somos, de dónde venimos y hacia donde se expande nuestra conciencia.

Para algunas concepciones filosóficas y espirituales la vida del ser humano no se halla limitada por el tiempo entre el nacimiento y la muerte. Esta idea amplifica la perspectiva y nos muestra la imperfección como una etapa preparatoria en el desarrollo y la injusticia como algo que conduce más tarde a una justa compensación.

El proceso de evolución de la conciencia humana está íntimamente ligado al proceso de evolución de la tierra y del sistema solar. Como seres vivos descendimos del mundo espiritual y encarnamos en la materia densa para transformarla. Gran parte de la tarea del humano es el proceso de espiritualización de la materia. Hoy vamos a profundizar el tema de cómo han evolucionado el planeta y la conciencia humana.

Nuestro planeta ha pasado por tres estados evolutivos previos, que en la concepción antroposófica conocemos como Antiguo Saturno, Antiguo Sol y Antigua Luna. En este cuarto estado, llamado Tierra, podemos reconocer una serie de períodos. Estamos en el quinto período -llamado postatlante- que comprende 7 épocas culturales cada una de 2.160 años (Resultado de dividir los 25.920 años del año platónico por 12). Las investigaciones históricas sitúan el comienzo de este proceso en el año 7227 a de C. cuando se desarrolla la antigua cultura india. La humanidad aún estaba muy cerca del mundo espiritual y la realidad material era ‘maia’: ilusión. La época persa va del  5067 al 2907 a.C. El persa mira a la tierra, desarrolla la agricultura y explora el misterio de los números. Aparecen las polaridades: luz-oscuridad, bien-mal y surge el primer gestor de conciencia individual: Zoroastro.                                                                                                                                                                                  La Cultura Egipcio-Caldeo-Babilónica (2907-747 a.C.) conquista el misterio de la alquimia. Nacen la Geometría y la Astronomía. La cultura Greco-Romana (747 a.C-1413 d.C)  devela el misterio del nacimiento y de la muerte. Los griegos encantaron el Espíritu en la materia a través del Arte (Templos y Esculturas). Con los romanos nace el derecho. En este período el descenso del Cristo parte la historia: Él vence la muerte y da un impulso evolutivo a la tierra y a la humanidad. La actual cultura Germano anglosajona (1413-3573 d. C.) asiste al desarrollo del Alma Consciente. La humanidad se torna más material  y apunta al desarrollo industrial y tecnológico. Nuestra época representa la cúspide de la exploración del mundo físico y al tiempo asiste a un proceso de retorno a lo espiritual. Esta 5ª época tiene como tarea develar el enigma del mal.

Las fuerzas del mal siempre han estado presentes desde que somos humanos: tienen la tarea de permitir el proceso evolutivo. Sin el bien y el mal no seríamos libres. Estas fuerzas se expresan de una manera diferente en cada época cultural y consiguen penetrar muchos ámbitos del desarrollo humano actual: las múltiples adicciones (trabajo, dinero, sexo, sustancias, juegos, tecnología), la distorsión en la manera de comunicarnos, las ilusiones propuestas por algunas religiones son algunas de sus manifestaciones. En América estos temas tienen una particularidad propia. Encontrar un camino para transformar el mal y tornarlo un impulso evolutivo es una gran tarea, ya emprendida por algunos líderes. La antroposofía tiene propuestas que permiten un desarrollo individual y colectivo que nos brinda esperanza.